28 de octubre de 2009

Cara de póker

Estaba disfrutando como nunca. Me complacía ver alboroto a mí alrededor y reír tras sentir el respeto que imponía mi simple mirada. Políticos, multinacionales, banqueros, accionistas… todos eran como niños pequeños, mirando de reojo una vez metidos en la cama a que todavía no me atreviera a apagar la luz de su mesita de noche. Era muy fácil controlarlos a todos. Una angosta sonrisa servía para que todos me siguieran en el juego. Hacerme sentir entre ellos era estimulante, me hacían estar vivo, embriagándome con sus silenciosos gritos de dolor cuando algo los asustaba demasiado. Aunque, ¿qué podría hacerles yo?, ¿hacer que pierdan sus puestos de trabajo?, ¿que unos exploten a otros para su subsidio?, ¿Qué mueran de hambre por haber nacido “diferentes”? , ¿Ahogar las palabras de un hombre que expresan confianza? ... NO, eso no era divertido. Preferiría hacer que cayeran todos uno a uno, bajo la sombra de mis sombras. Eso si era gratificante y fácil. Me encantaba ver las distintas caras tras oír la palabra “guerra”, todos se acordaban de mí y querían llevarme con ellos de la mano, dejando a esa hermosa joven aterciopelada llamada confianza, muy lejos en el camino. Mientras, crecía y crecía llegando a madurar y convertirme en TERROR. Entonces, ya si que no había vuelta atrás. Pero allí estaban ellos… esos energúmenos sin alma, que lograban mantenerme la mirada, aquellos anti-hipocresía que no dejaban que amasaran un muro de política frente a sus ojos, aquellas caras de póker que se mantenían sobrios bajo el mar del alcoholizado revuelo. Afortunadamente cada vez quedan menos. Son muchos, los que como auténticos neandertales corren buscando la salida de un laberinto que como si de prestigiosos arquitectos se trataran han conseguido crear.